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Juan Pardo de Tavera, inquisidor general


Juan Pardo de Tavera (Toro, 16 de mayo de 1472-Valladolid, uno de agosto de 1545) fue un cardenal y arzobispo español que llegó a ocupar la sede primada de Toledo y el cargo de inquisidor general de España.

Hijo de Arias Pardo y de Guiomar Tavera, sobrino del obispo Diego de Deza, se formó en Leyes y Teología en la Universidad de Salamanca, de la que fue rector a principios del siglo XVI, así como consejero de la Inquisición española. En 1514 fue nombrado obispo de Ciudad Rodrigo. En esta época trabajó cerca de la corte de Carlos V y obtuvo de su mano el obispado en la diócesis de Osma. Presidió el Consejo de Castilla y la Chancillería de Valladolid. Su dedicación a la Corona le permitió llegar como arzobispo a la diócesis de Santiago de Compostela, al tiempo que presidía las Cortes de Toledo y las de Valladolid en 1525.

Clemente VII le nombró cardenal en el consistorio de febrero de 1531 y tres años más tarde se le destinó a la archidiócesis primada de Toledo. Renunció al Consejo de Castilla para hacerse cargo del puesto de Inquisidor general en 1539.

Murió en Valladolid, donde celebraba las exequias de la princesa María Manuela de Portugal, muerta al dar a luz al infante Carlos.

La mala actuación de la Inquisición

La Inquisición española fue un tribunal eclesiástico creado en 1478 por los Reyes Católicos para perseguir la herejía. El tribunal estaba encabezado por un Inquisidor general, que tenía poderes absolutos para juzgar y condenar a los acusados.

Durante el mandato de Juan Pardo de Tavera, la Inquisición española se caracterizó por una mala actuación. Los acusados eran sometidos a torturas crueles para que confesaran sus delitos, incluso cuando no había pruebas contra ellos. La tortura era una práctica habitual en la Inquisición española, y se utilizaba para obtener confesiones de los acusados, incluso cuando no había pruebas contra ellos.

Además de la tortura, la Inquisición española también perseguía a los herejes. Los herejes eran personas que no creían en los dogmas de la Iglesia católica. La Inquisición española perseguía a los herejes con el objetivo de mantener la unidad religiosa en España.

La Inquisición española también restringía la libertad de expresión. Las personas que criticaban a la Iglesia católica o al gobierno español eran perseguidas por la Inquisición.

La tortura de los acusados

La tortura era una práctica habitual en la Inquisición española. Los acusados eran sometidos a torturas crueles para que confesaran sus delitos, incluso cuando no había pruebas contra ellos.

Las torturas más comunes en la Inquisición española eran:

    - La garrucha: el acusado era colgado de una cuerda y luego soltado, causando la dislocación de las articulaciones.
    - El potro: el acusado era atado a un potro y luego se le aplicaban pesas en las piernas.
    - El tormento de la rueda: el acusado era atado a una rueda y luego se le rompían los huesos con un garrote.
    - El tormento del agua: el acusado era sumergido en agua hasta que casi se ahogaba.
    - El tormento del hierro candente: el acusado era quemado con hierros candentes.

La persecución de herejes

La Inquisición española perseguía a los herejes. Los herejes eran personas que no creían en los dogmas de la Iglesia católica. La Inquisición española perseguía a los herejes con el objetivo de mantener la unidad religiosa en España.

Los herejes eran acusados de delitos como la blasfemia, la apostasía y la brujería. Los acusados eran juzgados por la Inquisición y, si eran declarados culpables, podían ser condenados a muerte, a prisión o a la confiscación de sus bienes.

La restricción de la libertad de expresión

La Inquisición española restringía la libertad de expresión. Las personas que criticaban a la Iglesia católica o al gobierno español eran perseguidas por la Inquisición.

La Inquisición española consideraba que la libertad de expresión era una amenaza para la unidad religiosa y política de España. Por ello, perseguía a las personas que criticaban a la Iglesia católica o al gobierno español.

Conclusiones

El mandato de Juan Pardo de Tavera como Inquisidor general fue un periodo más de mala actuación de la Inquisición española. La tortura, la persecución de herejes y la restricción de la libertad de expresión fueron prácticas habituales durante este periodo.

La mala actuación de la Inquisición española fue un capítulo oscuro de la historia de España. La tortura, la persecución de herejes y la restricción de la libertad de expresión fueron prácticas que violaron los derechos humanos y que causaron un gran sufrimiento a muchas personas.

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